SOBRE NEUROLOGÍA

Prevención del Ataque Cerebro Vascular(ACV)- Parte 1

El ataque cerebrovascular (ACV) es una condición grave que puede tener consecuencias devastadoras para la salud y la calidad de vida de quienes lo sufren. 1 de cada 4 personas en el mundo puede presentar un ACV en el trascurso de su vida, esto debido a los malos hábitos y la falta de controles médicos. El ACV ocurre cuando se corta el suministro de sangre a una parte del cerebro debido a un coágulo de sangre o porque una arteria cerebral se rompe y provoca una hemorragia.

 

La prevención del ACV es fundamental para reducir su incidencia y minimizar la discapacidad. Según la Asociación Mundial del Ataque Cerebrovascular (World Stroke Association), hay varias medidas que las personas pueden tomar para reducir su riesgo de sufrir un ACV:

 

1. Controlar la presión arterial

 

La hipertensión arterial es uno de los principales factores de riesgo para el ACV. La presión arterial alta afecta aproximadamente a la mitad de las personas en el mundo y, a menudo, no presenta síntomas perceptibles. Si no se trata, daña los vasos sanguíneos y puede provocar enfermedades graves. Más de la mitad de todos los ataques cerebrovasculares están asociados con hipertensión o presión arterial alta. La mejor forma de detectar la hipertensión es visitando regularmente al médico para hacer tomas de estas y evaluar si esta fuera de los rangos normales. Con estas medidas se considera normal una presión sistólica menor de 120 y diastólica menor de 80 mmhg.

 

La presión arterial constantemente alta o elevada hace que el sistema circulatorio (el corazón, las arterias y los vasos sanguíneos) trabaje más en su tarea de mover la sangre por el cuerpo. Este trabajo adicional causa daños que pueden hacer que los vasos sanguíneos, incluidos los del cerebro, se vuelvan más duros y estrechos con el tiempo. Este proceso, conocido como aterosclerosis, aumenta el riesgo de obstrucciones en los vasos sanguíneos del cerebro. La aterosclerosis también puede aumentar la presión con la que la sangre fluye a través de los vasos sanguíneos del cerebro, provocando que exploten y sangren.

 

¿Qué se asocia con hipertensión?

Edad > 65 años

Genética: Historia familiar

Etnia: Afro-Caribeños y asiáticos

El embarazo: Por los cambios hormonales

Diabetes y enfermedad renal

 

Mantener la presión arterial bajo control a través de la dieta, el ejercicio regular y, si es necesario, la medicación indicada por un médico, puede reducir significativamente el riesgo de ACV. Además reducir los niveles de estrés, controlar la diabetes, el colesterol alto, el sobrepeso y la obesidad, el tabaquismo y el consumo de alcohol son indispensables para mantener una presión arterial óptima.

 

2. Seguir una dieta saludable

 

Una dieta rica en frutas, verduras, granos enteros, pescado y alimentos bajos en grasas saturadas y colesterol puede ayudar a prevenir el ACV. Limitar el consumo de sal, azúcares añadidos y grasas trans también es importante para mantener una salud cardiovascular óptima.

 

A continuación, se detallan las cantidades recomendadas por tipo de alimentos en una dieta equilibrada:

a. Frutas y verduras: Se recomienda consumir al menos 5 porciones de frutas y verduras al día. Una porción equivale aproximadamente a una pieza de fruta mediana o 80 gramos de vegetales frescos. Las frutas y verduras proporcionan vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes importantes para la salud.

b. Granos enteros: La mitad de los granos que se consuman diariamente deben ser enteros. Esto incluye alimentos como pan integral, arroz integral, avena, quinua y cebada. Se recomienda consumir de 1-2 porciones de granos al día, dependiendo de las necesidades calóricas individuales.

c. Proteínas magras: Las fuentes de proteínas magras incluyen pescado, aves de corral sin piel, carne magra, huevos, legumbres, tofu y productos lácteos bajos en grasa. Se recomienda consumir de 2 a 3 porciones de proteínas al día, distribuidas en las comidas principales. Pescado azul, como sardinas y salmón  se recomienda al menos 2 porciones por semana.

d. Productos lácteos bajos en grasa: Se recomienda consumir de 2 a 3 porciones de productos lácteos bajos en grasa al día, como leche, yogur y queso. Estos alimentos son ricos en calcio y vitamina D, importantes para la salud ósea.

e. Grasas saludables: Se debe limitar la ingesta de grasas saturadas y grasas trans como las que se encuentran en tortas, pasteles, mecatos de paquete, y optar por grasas saludables como las que se encuentran en el aguacate, las nueces, las semillas, el aceite de oliva y el pescado, que son ricas en ácidos grasos omega-3. Se recomienda consumir estas grasas con moderación como parte de una dieta equilibrada.

f. Nueces y maní: al menos 3 porciones por semana

g. Legumbres, como guisantes, fríjoles y lentejas: al menos tres porciones por semana

 

¿Qué alimentos se deberían evitar?

a. Carnes rojas y procesadas con alto contenido de grasas saturadas y sodio.

b. Dulces, bebidas y alimentos azucarados

c. Grasas saturadas y trans

d. Lácteos enteros

e- Alimentos procesados

 

 

3. Mantener un peso saludable

 

El sobrepeso y la obesidad están asociados con un mayor riesgo de ACV, ya que se asocian a hipertensión, diabetes, colesterol alto y otras patologías cardíacas. Adoptar un estilo de vida activo y mantener un peso saludable puede reducir significativamente este riesgo.

 

El sobrepeso y la obesidad son condiciones que se determinan mediante el cálculo del índice de masa corporal (IMC), que es una medida que relaciona el peso y la estatura de una persona. El IMC se calcula dividiendo el peso de una persona en kilogramos por el cuadrado de su estatura en metros (IMC = peso en kg / estatura en m^2).

Las categorías de peso según el IMC son las siguientes:

a. Bajo peso: IMC por debajo de 18.5

b. Normal: IMC entre 18.5 y 24.9

c. Sobrepeso: IMC entre 25 y 29.9

d. Obesidad: IMC de 30 o más

Por lo tanto, una persona se considera en sobrepeso si su IMC está entre 25 y 29.9, y se considera obesa si su IMC es de 30 o más.

 

4. No fumar

 

Fumar aumenta el riesgo de ACV y otros problemas cardiovasculares. Alguien que fuma 20 cigarrillos al día tiene seis veces más probabilidades de sufrir un ACV que un no fumador.  El cigarrillo contiene miles de sustancias químicas nocivas que se transfieren desde los pulmones al torrente sanguíneo. Estos químicos cambian y dañan las células y afectan el funcionamiento del cuerpo. Estos cambios afectan el sistema circulatorio y aumentan el riesgo de sufrir un ACV. Fumar puede afectar los niveles de colesterol del cuerpo, reduce los niveles de colesterol HDL «bueno» y aumenta los niveles de colesterol LDL «malo».

 

El humo de los cigarrillos contiene monóxido de carbono y nicotina. El monóxido de carbono reduce la cantidad de oxígeno en la sangre, mientras que la nicotina hace que el corazón lata más rápido, lo que aumenta la presión arterial. Las sustancias químicas del humo del tabaco también hacen que la sangre sea más propensa a coagularse.

 

En conjunto, estos efectos del tabaquismo aumentan el riesgo de desarrollar aterosclerosis (también conocida como endurecimiento de las arterias). Las personas con aterosclerosis tienen arterias más estrechas y menos flexibles que reducen el flujo sanguíneo, contribuyen a una presión arterial más alta y aumentan la probabilidad de que se formen coágulos sanguíneos. Los coágulos de sangre que viajan al cerebro detienen la sangre y provocan la muerte de las células cerebrales.

 

Respirar el humo del tabaco de otra persona aumenta el riesgo de sufrir un derrame cerebral; los fumadores pasivos tienen casi el doble de probabilidades de sufrir un ACV.

 

Mucho cuidado pues los dispositivos que proporcionan nicotina y que han ganado popularidad en los últimos años como el cigarrillo electrónico (vapeadores) también generan un riesgo alto de ACV.

 

Dejar de fumar es una de las medidas más efectivas para reducir el riesgo de ACV. La nicotina es una sustancia altamente adictiva y puede ser difícil dejarla. Es posible que tengas que intentar dejarlo muchas veces antes de lograr dejar el hábito, pero conseguir ayuda de un especialista para dejarlo hace que sea cuatro veces más probable que dejes el hábito.

 

Fuentes: (OMS;2023), (World Stroke Association; 2024)